domingo, 13 de mayo de 2012

Premier League, vida y revancha




El fútbol inglés. Ese manantial de profundas emociones y folclore deportivo arraigado en lo más hondo del corazón de cualquier aficionado al fútbol. La Premier League es vida. La Premier League es intensidad elevada exponencialmente sobre cualquier otro tipo de demostración deportiva. La Premier League es el concepto de deporte colectivo y social expresado con la mayor claridad audiovisual posible. Y otro año más, la Premier League es la competición futbolística más agradecida del planeta. Y con sucesos como el de hoy, continúa aumentando su número de amantes.

Ha ganado el Manchester City. No hablaremos de justicia, inútil es hacerlo cuando el trofeo ya se ha otorgado y los títulos honorables y honoríficos se han grabado ya a fuego en el disco duro de vencedores y vencidos. Pero siempre hay personas y personajes sobre los que reflexionar. El reparto del espectáculo es grande y heterogéneo.

Alguien dijo que Balotelli es el niño malo de la Premier League. No sé si lo comparto, pero sí que opino que Silva podría cumplir en el personaje de aquel veintañero talentoso recién incorporado a la jauría colectiva, al mundo de verdad, y que empieza a ver cumplidos sus sueños. Merecido el triunfo individual y social para el canario. Igual de jubiloso que resulta para el bueno de Yaya Touré, un obrero tan brillante como el mejor de los arquitectos. El jugador que saca la basura con traje se congratula a estas horas de compartir plantilla con el hombre que ha decidido la dirección de la gloria. El Kun.


Debates aparte sobre su rendimiento global, Sergio Agüero le ha dado la alegría del siglo a los miles de citizens que andaban deprimidos por el eterno y punzante carácter de perdedores que la historia mancuniana les había dado. El Kun es una debilidad personal; el mayor talento futbolístico del mundo (tras Messi y Ronaldo) en el país más idóneo futbolísticamente para él. La Premier League es su biotopo general, que no particular, ya que esta competición, como la vida, tiene personajes huraños. Desagradecidos, incomprendidos y amados a partes iguales. Discutidos por sus súbditos y elevados por sus superiores. Roberto Mancini es la cabeza visible de este movimiento.

Mancini no ha sabido exprimir a este equipo. O no con la suficiencia que le merece esta plantilla y la situación histórica de la competición. Repasemos ciclos. Un United anclado en la nostalgia de Scholes y Giggs, cobarde ante las nuevas generaciones y debatiente sobre un mando y un personaje indiscutibles durante décadas. Un Arsenal sumido en la mediocridad que le ancla camino de la élite, empeñado en fagocitarse a sí mismo antes que criticar un modelo que le llena a corto plazo pero le impide soñar a años vista. El histórico Liverpool buscando una base de nombres y un ejército de hombres para reconquistar su terreno. El Chelsea anda en fase de reconstrucción y con la lotería europea a punto de arreglarle la década entera y el Tottenham tiene tantas posibilidades de ganar una Premier como convencimiento tengan sus jugadores de tocar el cielo. Prácticamente ninguna. En la carrera vital de estas naciones propias del fútbol inglés, el Manchester City goza del turno para crear un imperio. Y lo está comenzando a disfrutar a pesar de Mancini.



El italiano está muy lejos de ser el entrenador ideal para este equipo. Nadie le discutirá sus títulos pero sí su forma de gestionar los recursos de la plantilla. Este club no debería llegar a los últimos cinco minutos de la Premier con la obligación de meter dos goles para conquistarla. La experiencia, fantasía y FÚTBOL de sus jugadores se han visto limitadas por los ataques de entrenador del italiano, tan agobiado por su propia personalidad como lanzado por su endémica cobardía. Con Mancini cuesta hablar de justicia, da la impresión de que algo debió hacer bien antes de llegar a este banquillo para ocupar un puesto tan privilegiado. Sin duda, ha sabido aprovechar las oportunidades y esta es la afirmación más elogiosa para el entrenador que podrán leer en este escrito.


Poco antes de que acabara la jornada, leía en múltiples redes sociales que el triunfo liguero del Manchester United podría resultar injusto. Me niego a considerar ilícitos los triunfos del equipo de Ryan Giggs y Paul Scholes, por una cuestión de afinidad moral y justicia divina. Ferguson es como ese vecino que todos hemos tenido. Un señor (por no decir viejo) cascarrabias que no acepta consejos de nadie ya que considera que sus triunfos se deben a su trabajo y sus circunstancias. Razón no le falta al sir, que sabe lo dura que puede llegar a ser la vida; y ésta, como la Premier, te trae difíciles sinsabores con la misma frecuencia que te alegra la existencia. Ferguson acepta lo sucedido en esta Premier como aceptó aquella Champions League que le cayó del mediterráneo cielo de Barcelona en 1999, cuando su equipo le marcó dos goles en el descuento al Bayern de Munich. Te gustará más o menos, pero el entrenador del United acepta las reglas del juego gane o pierda. Lo suyo es fatiga gestual. Y es que nos cansa ver la cara de un tío que no para de ganar, mezcla de envidia asociada al deporte y bombardeo mediático.

Otros personajes de esta vida del rectángulo verde son Robin Van Persie, el muchacho que atina más y mejor que nadie, Wayne Rooney, el hijo malcriado y ya maduro del anciano, y Gareth Bale, representante de la hornada spur aún por medir en sus ambiciones reales. Por el campo pululan también héroes por recolocar (Torres), símbolos contrastados buscando  una dignidad final (Gerrard) y aspirantes a tronos de altura espacial (Luis Suárez). Todos junto a trabajadores recompensados (Roberto Martínez) y nuevos arietes que prometen crear alcurnia (Jelavic, Papis Cissé o Demba Ba).

Esto es la Premier League, esta es la vida. Básicamente, viene a ser lo mismo. Un período de tiempo en el que, en base a unos valores y unos recursos, utilizas toda tu fuerza, moral y conocimientos para llegar allí donde puedas o donde quieras. Siempre junto a compañeros de mayor o menor afinidad y valorando más el camino que la llegada a meta. La vida y el fútbol inglés son una revancha continua. La suerte es que, si el destino nos lo permite, podremos asistir a muchas Premier más en una misma vida. Aunque si el desenlace es como el de hoy, quizá sea el corazón el que no nos deje.






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