23:06 del jueves. Sales de casa, algo indigesto tras una cena de remiendos y una tarde inactiva. El ruido de los vecinos se empieza a hacer notar. Necesitas aire y, al salir, una sorpresa reveladora a estas alturas del año. El aire...el viento...ya no es el mismo. Es verano. Ya ha comenzado la época estival. Para mí se inicia en ese momento en el que sales a la calle con una camiseta ligera de manga larga y te encuentras realmente cómodo. La humedad reinante del río ayuda. El verano ha llegado a Madrid.
Pasas por aquellas terrazas de los barrios antiguos, cercanos a estaciones de tren remodeladas (más bien, reseteadas) en centros comerciales. Allí siempre se respira lo mismo. Humo. Durante el día, el dióxido de nitrógeno de los coches que se agolpan para subir precipitadamente a la Plaza de España o girar hacia Puerta del Ángel, donde la mayoría se desviarán hacia la vena más hermética de Madrid, la M-30. Durante el ciclo nocturno, el humo procede de las terrazas. Agobios desatados, declaraciones intensas, alcoholismos inevitables...todo se junta en una atmósfera que nos recuerda a algunos lo mucho que odiamos el tabaco y a otros lo mucho que lo necesitan. Cada uno mejora o empeora su vida como quiera y según se mire se entenderán diferentes suposiciones.
Tras las terrazas y la plaza con la puerta más fea de Madrid, al menos vista por sus cuartos traseros, enfilas la rampa que te lleva al río. Para los que venís mañana a ver la final, os explico. El río es ese espacio artificial cubierto de agua (decir "lleno" sería tan generoso como incierto) que ocupa aproximadamente una octava parte de la anchura total del paseo. Pinos, cemento, bancos, cemento, sendas "ciclables" (palabra que seguramente tenga algún tipo de connotación sexual que no acierto a aclarar en este momento), cemento...cuidado, que a mí la zona me gusta, vivo allí y uso el bulevar como cualquier viandante. Pero la física es la física y las proporciones no se alejan mucho de esto. Qué le vamos a hacer, el clima de nuestra ciudad y la faraonización de nuestros alcaldes no permiten un escenario diferente. Aquí huele como el suelo. Gris...
Llegas al puente de Virgen del Puerto y lo cruzas, para luego girar a la derecha y volver dirección Noroeste por la orilla contraria del río. Es decir, vuelvo a casa. Y aquí sí. Ahora atravieso la carpa del Athletic Club de Bilbao, que no es una parte de su traje de supervascos, sino el recinto que se ha preparado para recibir a los miles de aficionados que vienen mañana a ver la final de Copa. Básicamente, es como una caseta de feria pero de tamaño imperial. Como en toda buena fiesta, la caseta de la Muerte (símil a Star Wars, de nada) va acompañada por pequeñas casetas, que mañana serán los Iturraspe de la zona, trabajo sucio puro, los que librarán la verdadera guerra abasteciendo de bebida y comida a los hinchas mientras los aficionados pijitos, los burgueses de toda fiesta, los que son demasiado limpios para restregarse contra una barra metálica...esos, se concentrarán frente a la pantalla de la megacarpa. Perdón por el trauma de tanta fiesta municipal.
Con un cuadro así a un lado y una alineación de estéticas y fabulosas letrinas al otro (ya sabéis, ese azul cielo que tanto debe tranquilizar y relajar cuando a uno le va a explotar el esfínter uretral), es difícil pensar en un olor agradable a la par que enriquecedor. Los carteles con los precios de los bocadillos y las diferentes acepciones para un mismo objeto (un vaso) me evocan otras actitudes cañís que todos hemos guardado en nuestro cromosoma español. Pero pocos metros más tarde, termina la zona del pecado y puedes ver la tienda oficial del Athletic. Muniaín, Javi Martínez y Llorente posan con sus camisetas sobre un fondo nocturno e iluminados por el reflejo de las gotas de lluvia en sus rostros. Puff...soy madridista y ya me ha impuesto, aquí viene uno de Bilbao y tendrá ganas de cometer un acto impuro con, sobre, bajo y tras esos posters. Mañana me pasaré sin falta.
El caso es que, llegados a este punto, encuentras lo que has salido a buscar. Faltan 22 horas para la final de Copa y ya se respira fútbol. Huele a verde, a balón. Esto es Madrid, este es el verano y mañana se disputa la final de Copa del Rey. Tiene muy buena pinta. Va a ser frenética, ajedrecística, espectacular, incluso ciclable. Aquí la veré, en el río.
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