Hoy juega el Chelsea, hoy juega Frank Lampard. El paso inexorable del tiempo está haciendo perder la verdad material de esta frase de un modo gradual. Pero detrás de la presencia física sobre el césped, sobresale el aura de Frank Jr. Sus méritos acumulados, su raramente valorada personalidad y su riquísima aportación, indisoluble del Chelsea de oro del siglo XXI, le hacen eterno en Stamford Bridge.
Lampard ha mamado fútbol. Ha degustado los bajos fondos y ha saboreado la grandeza. Era difícil prever otro resultado en un chico cuyo tío es Harry Redknapp y cuyo primo, Jamie, jugó durante once años en el Liverpool. Pero sin duda, el superventas del best-seller familiar es su padre. Fue uno de los símbolos de uno de los mejores West Ham de la historia. 660 partidos contemplan a Frank Lampard Sr. De esa cantera, sin duda una de las mejores de Inglaterra, debía salir Frank Jr. The hammers han producido símbolos nacionales como Rio Ferdinand, Joe Cole o Michael Carrick. Lampard no podía ser menos.
Si existiera un sueño inglés de futbolista al modo del sueño americano cinematográfico, el guión sería muy parecido al que ha vivido Frank Jr. Empieza jugando en el equipo donde su padre es el asistente. Se marcha cedido al Swansea para demostrar su valía. Cuando se gana el reconocimiento, se lesiona por toda una temporada. Problemas físicos y síndromes paternales superados, el hijo consigue recordar al padre al elevar al West Ham United a los altares del fútbol británico. Un quinto puesto y la consecución de la Intertoto culminan felizmente la estancia de Frank Lampard Jr. en el norte de Londres. Pocos meses después, su travesía finaliza en un lujoso barrio del sur, ávido de símbolos modernos y ortodoxia futbolística. Títulos, galardones, dinero, selección inglesa…Ken Loach sacaría sonrisas y lágrimas de su historia. Scorsese le habría brillar como oro puro.
Y es que cualidades como la severidad, la rectitud, la discreción con la pelota y la movilidad bien entendida, o dosificada, han sido utilizadas con frecuencia para describir a Lampard. Dotaciones más prácticas que estéticas, más relacionadas con la habitual corrección futbolística de los ingleses que con el valor añadido de espectáculo procedente del fútbol sudamericano y mediterráneo. Es blanco, diestro y seguidor del Partido Conservador. Más alto de lo que parece (1,84). Más rocoso que fuerte, más determinante que decisivo. Lampard es inglés hasta en el peinado, propio de un niño de secundaria de las afueras de Bristol. Como buen british, ha protagonizado los descuidos endémicos a esta profesión en esta zona del planeta. Hablamos de borracheras en aeropuertos, divorcios públicos millonarios y ruidosas intervenciones en los medios hablando sobre su vida privada. Sin embargo, hay una marcada diferencia con otros casos. Frank Lampard es un hombre muy inteligente. Su cociente IC es superior a 150. En el césped no se queda atrás.
Mourinho le definió como “el mejor jugador del mundo”. Para Cruyff era “el mejor centrocampista de Europa”. Scolari dijo de él que había metido uno de los goles más inteligentes que había visto nunca. Para Ferguson, “Lampard es un futbolista excepcional para cualquier equipo”. Detrás de todos estos halagos públicos de entrenadores propios y rivales, queda la sensación de que Frank Lampard ha trascendido enormemente en el fútbol moderno. Le ha puesto cara y gesto al puesto de centrocampista llegador y ha redefinido esa posición. Ha sido portada y páginas centrales de un club que, independientemente de la ventura económica con la que fue relanzado a la élite, ha protagonizado buena parte de los momentos estelares del fútbol europeo durante el nuevo siglo.
Sin negar el respeto por el juego, la constancia, el impuesto genético y el sello británico de Frank Lampard, dignifiquemos al jugador. La sociedad de competición en la que vivimos le ha colocado frente a los grandilocuentes mediapuntas del fútbol brasileño. Las comparaciones con Gerrard han sido constantes. El aire de trabajador atlético periférico le otorgaba al bueno de Steve una empatía que a Frank Jr. se le solía negar por su sangre azul. Pues yo me mojo; si tuviera que elegir a uno, me quedaba con Lampard. Es una versión mejorada del típico crack inglés. Más regular, más presentable ante tu familia, más centrado y no por ello menos brillante. Un futbolista enorme y un líder en el que confiar. La historia lo sabe y le reservó el puesto de sucesor de Hurst en la Copa del Mundo de Sudáfrica, al anotar el gol que Larrionda no quiso ver.
Colores y gustos aparte, Lampard merece levantar una Champions. Posiblemente no lo verán nuestros ojos pero sí que lo imaginarán las mentes blues que acuden semana a semana a Stamford Bridge. Frank Jr. se ha ganado un puesto entre los invisibles de la historia del Chelsea. Y cuidado, el partido no ha acabado…
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