La realidad de lo irreal. La fantasía de la verdad. El fútbol y la vida. La vida sobre el fútbol. Palabras, frases, ideas y pensamientos.
domingo, 25 de diciembre de 2011
Boxing day: Esa jornada
jueves, 15 de diciembre de 2011
El fútbol y las emociones
jueves, 17 de noviembre de 2011
¿Clubes o selecciones?
Esta bipolaridad tan traída machaca informativamente a clubes de tamaño medio y pequeño y deforesta en parte la emoción de contiendas tan diversas como la Europa League ó la lucha por evitar el descenso o por subir a primera división. Siguiendo esta línea, el club de equipos potencialmente triunfadores en ligas y competiciones europeas tiene un derecho de admisión más que reservado. Me costaría citar más de tres ó cuatro favoritos para la Champions League y dos para cada una de las principales ligas europeas, considerando además que estos clubes acaparan los periódicos y televisiones. Y no olvidemos que lo mucho cansa. En la inmensa mayoría de los casos, la sobreexposición informativa genera más odios que afectos.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Paul Gascoigne: La humanidad del fútbol
A veces uno reflexiona en la buscada soledad de su escritorio sobre, de un modo genérico, el mundo del deporte y, más en concreto, acerca del fútbol, este carrusel de noticias, polémicas, alegrías y frustraciones que nos invade diariamente. Nadie dudaría en calificarlo como motor de la industria de ocio del mundo entero, ni como negocio de marketing, publicidad y sabrosos sangrías secundarias para los mandamases de las gestoras futbolísticas (que no dueños del fútbol)…
…la pregunta real qué cabría hacerse es dónde quedan el hombre y el juego, esa fracción del business en la que las marionetas tienen vida propia. Si realmente importa la humanidad del deporte rey plasmada en sus participantes y testigos. ¿Nos resulta más trascendente la proyección de personalidades sobre un césped que la propagación de personajes a los apocalípticos tablones de publicidad? Como siempre en esta vida, los resultados se reducen a una elección de magnitud de juego.
El fútbol es tan grande (lo es, no dejen que nadie les diga lo contrario) que de vez en cuando surgen personas que superan al personaje. Y personajes que superan a las noticias, dejándolas desactualizadas y carentes de contenido con el tiempo, cuando el atlético mito que reside en la cabeza de cada uno borra por completo al conjunto de huesos, músculos y movimiento que se pasea por alguna parte del planeta.
Hace pocos días, se produjo un encuentro visual entre mi leyenda y la versión presencial. Pensaba en alguien y su imagen apareció al momento en la pequeña pantalla. Yo estaba viendo un Newcastle-Tottenham cuando de repente, tras un gol de las urracas, un hombre se levanta de su asiento y las cámaras de televisión le enfocan; le estaban esperando. Notable delgadez, asombrosas ojeras, traje macarra y joyas ostentosas. Se me hizo un nudo en la garganta cuando Paul Gascoigne comenzó a aplaudir el gol y a sonreír.
Gazza ha tenido en Inglaterra el influjo y repercusión al que sólo acceden los grandes líderes políticos y monárquicos o las eternas estrellas del panorama musical. Todo el mundo ha hablado de él, bien o mal. Ha tenido reductos fanáticos en su defensa y ha llegado a agrupar una opinión colectiva prácticamente completa en su contra. Una vida novelesca, un carácter incendiario y el talento futbolístico más grande surgido en las islas han sido las causas de que todos sepamos quién es Paul Gascoigne.
Para una representativa porción de la masa de seguimiento futbolístico, Gazza es un entrañable freak, un genio al que el personaje devoró; no es más que una fuente periódica de noticias que, a efectos prácticos, nos facilita echarnos unas risas al agitar su recuerdo tomando una caña con nuestros amigos ya treintañeros, entre goles de Spasic y cromos del Tato Abadía. Cuanto más reprochable ha resultado su figura, mayor tamaño ha alcanzado su leyenda urbana.
Cómo no adorar a un hombre que se tomaba todo a risa (nótese, no he dicho con un gran sentido del humor). La identificación es inevitable. ¿Quién no ha soñado con bajarle los pantalones a un colega de equipo en un aeropuerto, entrar en un bar a desayunar en calzoncillos u orinarle encima a tu compañero de habitación para que no ronque? De acuerdo, Paul no saldría en el DVD de humor que mandaríamos como representación de la Tierra a otro planeta, pero… ¿qué me dicen de enseñarle la tarjeta amarilla al árbitro cuando a éste se le cae (Gascoigne fue el pionero) o de saludar uno a uno a los once rivales cuando era expulsado? A mí esas cosas me ganaron.
Estamos en los noventa así que ponemos la cara B de la cinta. Cómo tragar a un tipo que ha constituido un ejemplo tan lamentable para cualquier deportista y persona. Gazza se ha peleado con media humanidad, ha tenido conflictos personales con jugadores, entrenadores y aficionados de todas las plantillas en las que ha estado (a saber, Newcastle, Tottenham, Lazio, Glasgow Rangers, Middlesbrough, Burnley y Gansu Tianma) y ha mandado a la mierda a países enteros (histórico aquel “Fuck off Norway”). Su genio futbolístico se contrarrestaba dentro del campo con su brutal dedicación defensiva; era considerado uno de los jugadores más violentos de la época.
Su dedicación al deporte resultó lamentable durante toda su carrera, produciéndole el alcoholismo que tan bien le ha caracterizado siempre. Llegó a perderse un mundial por ser fotografiado una semana antes de la concentración comiendo kebabs sin parar. Aquellos que hace veinte años le elevaban como la esperanza de una nación derribaron el pedestal cuando se confirmó que, entre vodka y vodka, Gascoigne había maltratado a su mujer y a sus dos hijastros. Aquel diablo ya no tenía disfraz, ese demonio no recibiría ninguna ayuda más.
Sin ánimo de juzgar. Aunque cuesta decir que Paul no tuvo una vida fácil, lo que es seguro es que su infancia fue tremendamente hiriente. Vio morir a su mejor amigo siendo él testigo, comenzó a padecer trastornos obsesivo-compulsivos desde niño y estuvo acompañando durante ocho meses a su padre en el hospital hasta que éste falleció como consecuencia de una hemorragia cerebral. A modo personal, no puedo evitar sentir pena por un niño que sufre esta clase de desgracias, al igual que siento compasión por un hombre que ha visitado hospitales del mundo entero y ha sido obligado y forzado a ingresar en clínicas de desintoxicación.
Gascoigne ha sufrido y disfrutado como nadie la penuria humana; si ésta hubiera sido su época, la Gazzamania sería trending-topic constantemente. Goles, publicidad, dinero, música, videojuegos…la Inglaterra pre-Spice de principios de los noventa gozaba del aire hooliganesco que traía gente como Gazza y Liam Gallagher (inevitablemente enzarzados en una pelea de bar con resultado policial) antes de que David Beckham alegrara a los clásicos y clasistas británicos y contentara a los adolescentes aderezando la habitual elegancia y señorío futbolísticos ingleses con sus tatuajes de la periferia y una planta digna del mejor sir.
En el siglo XXI Paul Gascoigne continúa pagando los platos rotos. Tras dejar el fútbol como se deja a la primera novia (con dolor, resquemor y a tirones) y coquetear con las cabinas de comentarista, el agujero negro de la vida de Gazza fagocitó al inglés. En varios años apenas surgieron un par de noticias sobre él, unas testimoniando una falsa muerte y otras situándole en la calle y fotografiándole con un aspecto lamentable. Hasta este 2011.
Una entrevista a Paul Gascoigne abría la edición del 9 de octubre de The Guardian. El exfutbolista vive en Bournemouth, un pueblo pesquero del sur de la isla, una zona caracterizada por ser el lugar de retiro de muchos jubilados ingleses. Gascoigne convive con un terapeuta. En la entrevista afirma que su único objetivo actualmente es “pasarme los próximos diez minutos de mi vida sin beber”. Tiene una ostensible y crónica cojera de un accidente de coche en el que estuvo a punto de morir.
Dice que, por primera vez en su vida, es consciente de todos los títulos patológicos que ha padecido; desorden obsesivo-compulsivo, trastorno bipolar, alcoholismo, drogadicción, bulimia, depresión, problemas cardíacos e intervenciones de urgencia por úlceras estomacales. Procura no encender la televisión excepto para ver fútbol (se llegó a grabar un reality show acerca de los intentos de su familia por recuperarle, “Surviving Gazza” y su hijastra comenzó a ser una estrella habitual de la farándula inglesa al aparecer en la versión británica de Gran Hermano).
La vida de Paul Gascoigne no es una historia cualquiera pero es algo que podría pasarnos a muchos de nosotros. Con mejores o peores elecciones pero con un camino similar, la trayectoria de Gazza presenta y representa lo más admirable y, a la vez, lo más infame del carácter humano y de su capacidad de reacción ante el entorno. Habrá personas que digan que ha consumido dañinamente su vida, otros preferirán ver lo que podría haber sido y no fue. En todo caso, son patas de una misma mesa. Víctima ó verdugo, todo es excesivo y nada es mentira en el carácter de Paul Gascoigne, ya que no hablamos de historias y noticias sino de una personalidad.
Hace trece años, estrelló completamente borracho el autobús vacío del Middlesbrough. Al bajarse y ante la atenta mirada de los viandantes, preguntó: ¿alguien para Arlington?
Ningún humano es plano, ni tiene dos caras. Somos una especie de seres poliédricos a los que el viento de la vida hace caer cada día por un lado diferente. Seguramente, el Paul Gascoigne que se levantó a aplaudir el gol del Newcastle en St. James Park hace unas semanas no querrá mirar hacia atrás. Sienta orgullo o vergüenza, este Gascoigne quiere reconducir su vida y construir un cimiento nuevo; eso sí, sin olvidar lo sucedido.
Él tiene la responsabilidad de hacerlo. Cualquiera de nosotros que le recuerde tiene y tendrá la elección de imaginarle como le apetezca. Verá al niño sin infancia, al internacional borracho, al maltratador o al enfermo rehabilitándose. Un ramillete de opciones, tan comprensible elegir unas como fácil no controlar la foto suya que guardaremos en nuestro archivo. Errar es tan humano como imaginar.
Y es curioso pensar que la razón por la que he acabado escribiendo sobre él es la menor de las menciones en este artículo y durante buena parte de su vida. Paul Gascoigne era un futbolista maravilloso. Esa es la cara con la que yo me quedo. La mejor de todas.
miércoles, 19 de octubre de 2011
El mundo será de los grises
¿Qué es la virtud? Básicamente, es una cualidad estable de una persona, natural o adquirida y positiva, formada por la capacidad de aprendizaje, diálogo y reflexión de cara a obtener un conocimiento verdadero. Una definición algo barroca, así que pondremos en negrita lo que tiene que ser rescatado.
Uno despierta por la mañana, no sin cierta pereza; se toma un café soluble con dos cucharadas de azúcar y lo calienta en su microondas. Se sienta y comienza a leer los periódicos y absorber actualidad con la esperanza de que el mundo se recupere, se arregle. Con el deseo de que se evaporen la crispación, los malos entendimientos y los radicalismos. Pero es imposible. Ya ni siquiera digo difícil.
Me considero un tipo objetivo. O al menos mi intención es esa; no la de parecerlo, sino la de serlo. No busco la verdad universal, pero sí la que más se le acerque. No soy blanco ni negro, ni quiero serlo. Soy un grisáceo de mucho cuidado. Y esta es la causa por la que me altero cada día al leer los periódicos, ver los informativos o simplemente vivir mi vida como lo hacemos todos. Estoy cansado de contemplar y sufrir el “conmigo o contra mí” en la mayor parte de facetas que rodean mi día a día. Podría llamarlo el síndrome de la clase media. Nunca soy de unos ni de otros; cuando analizo un problema veo pros y contras, pero jamás me posiciono radicalmente en uno de los lados porque comprendo los argumentos del contrario (con excepciones, claro).
Entiendo y apoyo la militancia en una causa determinada pero sin ignorar el deber de avanzar en el conocimiento. A veces apoyamos ciertos movimientos o tendencias sin pararnos a pensar en su origen y modus operandi y simplemente fijándonos en las metas que persiguen. A lo mejor esto se resume en la dualidad que lleva persiguiendo al ser humano desde que yo lo conozco (veintinueve años de concienzudo análisis). El qué frente al cómo. El objetivo frente a los medios. El resultado frente a las formas. En cualquier caso, hablemos de una asociación, un colectivo o una simple actitud personal en nuestra vida, me parece esencial tener autocrítica para avanzar. Y quizá éste sea el verbo clave; el que debería ser más deseado y se convierte, sin embargo, en el más abandonado.
Estoy harto de estar continuamente envuelto en una guerra ideológica, una batalla constante donde el ser diferente va asociado a ser excluido, donde la discordancia se interpreta como una ofensa que debe pagarse. Todos los grupos están formados por individualidades diferentes, por muy homogéneos que sean. Y si tendemos a represaliar cualquier pensamiento o forma de ser ó actuar diferente de la mayoría que nos rodea, nos cargamos el sentido crítico que es el que nos hace avanzar y configurar nuestra personalidad.
En España nos encantan las etiquetas. Estamos en una sociedad formada por grandes o pequeños grupos, que dedican casi la totalidad de su tiempo a definir su exclusividad y marcar sus límites, olvidándose del verdadero fin o, lo que es mejor, de los medios ó formas que les han hecho juntarse. Claro, aquí nos gusta discutir. Pero, ¿qué es discutir? No es lo que vemos (o no) en Telecinco. Estamos olvidando que la discusión no tiene por qué tener un matiz peyorativo. Existe una incapacidad española manifiesta para divergir sin insultar, va en el carácter. Aquí gana el más cabezón, el más pesado, el que más insiste. En base a echarle dos cojones se mantuvo por ejemplo la selección española de fútbol durante 90 años. Eso sí, los triunfos de verdad se consiguieron con otro recetario.
Resumen de un pleno del Congreso de los Diputados. Intervenciones del PSOE, intervenciones del PP…se hace el silencio. En los medios de comunicación, el bipartidismo y ligeras menciones a los que más gritan y a los que más callan. Nada más. ¿Es que no hay más tendencias? Sí, pero no reciben atención mediática. Imposible encontrar autocrítica, aprendizaje, diálogo y reflexión en el foro en el que se descubre nuestro futuro. Y lo que es peor, no hay ni intención interna ni externa de salir de este círculo vicioso. Me pregunto si a los círculos de poder que rodean la política les interesan la diversidad de opiniones, la coherencia ó la pluralidad. Me respondo yo solo.
Todo esto siempre me ha descolocado y me he sentido profundamente dividido y entre dos tierras a lo largo de mi vida. Empecé con la EGB, continúe con la ESO y acabé en una universidad de segunda. Los libros me costaban un pico pero era “demasiado rico” para que me dieran una puñetera beca. De ayudas del estado, mejor no hablamos. No pertenezco a ninguna minoría, afortunada o desafortunada. Así es como triunfan los extremos. Sales de marcha y tienes amigos que quieren oír a Pitbull (“escuchar” es una utopía) y otros que prefieren malasañear. No es mi caso, pero a todos os resultará familiar esta discrepancia. Y la música que se escucha de fiesta nocturna es uno de los mayores puntos de discusión mal entendida. Vas al Bernabéu y te llaman “pseudomadridista” porque no apoyas a un entrenador maleducado, irrespetuoso y que incita a la violencia. Hace siglos, por ser heterodoxo te quemaban en la hoguera. Hemos mejorado; hoy en día, te excluyen, te ignoran con atención y te tratan como un bicho raro.
En general, la cuerda de la educación y el respeto ha hecho que me mantenga en un tira y afloja constante entre lo que he debido hacer y lo que me hubiera resultado más ventajoso. Y eso, en términos de sociedad, es una cagada. Aceptada y refrendada con coletillas tan gastadas como “ya, pero es así” o “¿y qué vas a hacer?”. Pero no por aceptada deja de ser cagada.
Yo abogo por pensar. En el qué, el cómo y el por qué. Y preguntarse a uno mismo. No pretendo imponer unos valores, pero sí me gustaría que cada uno actuara en base a unos, por muy diferentes que sean de los míos. Y ya si entre ellos están todos aquellos términos destacados en negrita en este texto, me redimiré de lo aquí escrito. Viviremos mejor, más tranquilos, más conscientes y aprovechando un mayor potencial. No vamos a cambiar el mundo pero sí vamos a mejorar nuestra vida. Y observando el esperpento en que se ha transformado esta especie de sociedad con la que no me identifico en absoluto, a mí me vale con eso. Si soy un GRIS, lo seré hasta el fin de mis días…
martes, 11 de octubre de 2011
Las barreras de Rafa
Es recurrente plantearse si uno ha tenido suerte en la vida o no. A veces solemos pensar que los futbolistas de élite son gente afortunada. Amor por el trabajo, dinero fácil, reconocimiento social, etc. Quizá la pregunta interesante que podríamos hacernos es: ¿piensa un futbolista que es afortunado?, ¿qué considera un jugador de élite como suerte? Y si estas preguntas se las hiciéramos a Rafael Van der Vaart sus respuestas darían para un análisis sosegado, teniendo en cuenta su trayectoria deportiva desde sus orígenes. Una carrera con luces y sombras en la que se han alternado grandes momentos con puntos negros, generalmente relacionados con la personalidad futbolística de Rafa. El holandés ha tenido que lidiar durante toda su vida deportiva con una serie de barreras que, a este nivel competitivo, no todos consiguen superar. Numerosas lesiones, traspasos muy trabados, problemas en sus cambios de equipo, falta de confianza de entrenadores…echando la vista atrás, ¿pensará Rafa que es un afortunado por encontrarse hoy en día en la plantilla del Tottenham?
Holandés, zurdo, criado en la cantera del Ajax, bajito (1,75 m.) y mediapunta. Con estas características era muy difícil que se le negara la cualidad del talento. Un jugador muy mental, un creador de fácil asociación, técnica exquisita y magnífica estética (su golpeo de balón con el exterior es de los más finos que se han visto en los últimos tiempos). Notable disparo, discutible velocidad, gran carisma y carácter peculiar dentro del mundo del fútbol. Ese es Rafael Van der Vaart.
Premiado cuatro años seguidos como el Talento del año en Amsterdam, Van der Vaart era una promesa de las que se ve venir de lejos. A los 18 años ya era titular indiscutible en la zona de tres cuartos del Ajax. En 2001, debutó con Holanda durante la fase de clasificación para la Copa del Mundo de Corea y Japón y ayudó al Ajax con 14 goles a lograr la Eredivisie. Sin embargo, una grave lesión de rodilla le dejaba fuera de la cita mundialista. Un palo muy grande para un chico callado que representaba la nueva esperanza holandesa. Tras recuperarse, Van der Vaart fue nombrado capitán del Ajax con tan solo 19 años. Pasaría tres temporadas más en Amsterdam, repitiendo título de liga y ganándose un hueco entre los posibles traspasos más cotizados a nivel europeo.
En 2005, Rafa fichaba sorprendentemente por el Hamburgo; tras un comienzo discreto y con dificultades de adaptación, el holandés comenzó a carburar su juego y poco a poco recuperó su gran nivel potencial y consiguió reducir su lesionabilidad a niveles mínimos. En 2006 se estrenaba en un mundial pero Holanda caía en octavos ante Portugal y su participación no resultó ser más que discreta. A partir de 2007 los rumores de una posible marcha a España se intensificaron, incluyendo un desagradable episodio con la afición del Hamburgo causado por una foto de Van der Vaart con la camiseta del Valencia. El traspaso se frustró y seguiría un año más en el Hamburgo hasta que el Real Madrid se hizo con sus servicios. Rafa se iba de Alemania habiendo mostrado su fútbol pero sin títulos; llegaba al gigante español en la mejor edad y con la mayor de las ilusiones.
Su primer año en Madrid fue complicado; su fichaje se aceleró por la lesión de su amigo Sneijder y, en el fondo, Rafa siempre estuvo un tanto a la sombra de Wesley; apenas coincidieron un año en el equipo y ninguno rindió a buen nivel durante aquella temporada 2008/2009, pero el madridista de a pie esperaba de Van der Vaart un comienzo tan brillante como el de Sneijder en su llegada a Concha Espina y no fue así. En 2009 la nueva barrera para el holandés tenía nombre propio, Kaká. El nuevo proyecto faraónico de Florentino parecía no guardar un sitio para un jugador que fue recibido como la nueva musa técnica del madridismo y que al año de llegar ya había sido tachado de lento, frágil e inadaptado. Además, Van der Vaart sufría por entonces la delicada situación personal de su mujer, a la que se le había detectado un cáncer de mama aquella primavera. Durante el mes de agosto, el holandés llegó a estar más fuera que dentro del equipo. El brillo de las nuevas estrellas y la efímera memoria intrínseca al fútbol le alejaban de los focos. La directiva, amparada en los grandes gastos del club en fichajes, le presionó para marcharse del Madrid.
Pero Rafa confió en el destino y en las oportunidades. Su mujer había comenzado el tratamiento para su enfermedad y lo recomendable para ella era quedarse aquí, un lugar a su gusto, con buen tiempo, plena adaptación y atención médica de garantías. Y Rafa confió en sí mismo. Pensó que podía ganarse el puesto. Y nunca sabremos si tuvo suerte o fue una conjunción de factores; las lesiones y bajo rendimiento de Kaká, la disciplina de Van der Vaart en los entrenamientos, la confianza de Pellegrini…con el paso de los meses Rafa se ganó un hueco en el corazón de la hinchada madridista y en el once del chileno. Jugó menos partidos que el año anterior pero su participación resultó mucho más activa y vital. A pesar de ello, el Real acabó la temporada en blanco.
2010. Van der Vaart se proclamó subcampeón del mundo en Sudáfrica. Su mujer se había recuperado. El holandés respiraba de un modo relajado tras un año intenso de emociones. Y aunque estaba a gusto en Madrid, sabía que probablemente se estaba terminando un ciclo. La llegada del “método Mourinho” al club, más Özil, Canales, la recuperación de Kaká…la confianza de Rafa en sí mismo seguía siendo la misma pero el club apretó más que nunca y él pensó que estaba preparado para una nueva aventura. El Tottenham pagó unos 11 millones por él y Van der Vaart completó un notable primer año con los Spurs. Aportó su experiencia en la Champions League, marcó 15 goles durante la temporada y jugó donde a él siempre le ha gustado. En la segunda mitad de la temporada, las lesiones comenzaron a mermar su rendimiento. A pesar de ello fue un buen año en lo personal, pero los problemas respecto a la forma de jugar del equipo comenzaban a respirarse en la atmósfera de White Hart Lane.
Los Spurs llegaron a cuartos de final de la UCL. Se descubrieron ante la aristocracia europea y dejaron para el recuerdo un fútbol alegre, intenso y, sobre todo, un partido en Milan, donde Gareth Bale dejó su tarjeta de presentación al mundo entero. Sin embargo, en la Premier League todo era distinto. El equipo goleador, intenso y alegre de la 2009/2010 se había convertido en un bloque al que le resultaba muy difícil marcar gol (un dato devastador es que no ganó ningún partido por más de un tanto). Redknapp sacrificó un delantero para colocar a Rafa, el equipo estaba adaptándose al nuevo fichaje que Harry había recibido como un regalo divino. Y aunque la grada recibió bien al holandés, era plenamente consciente del cambio en la idiosincrasia del Tottenham.
Llegamos a la actualidad. Van der Vaart no ha comenzado bien la temporada. Un desgarro en los isquios de su pierna buena le mantiene fuera de la competición desde principios de septiembre. Debido a ello, no fue inscrito para la Uefa Europa League, medida que obviamente no fue bien acogida por el jugador, que lo expresó públicamente.
Harry Redknapp está optando por la dupla Modric-Parker en el mediocampo, con Bale en la banda izquierda. Hasta su lesión, Rafa estaba jugando por el carril derecho, fuera de su sitio preferido y con unas obligaciones defensivas a las que el holandés no está acostumbrado. La llegada de Adebayor y el buen rendimiento de Giovani dos Santos la han impuesto al “viejo Harry” jugar con dos puntas. Y eso desplaza a Van der Vaart de su posición ideal y le amenaza con el retorno inmediato de Lennon a los terrenos de juego.
¿Qué ocurrirá con Rafa cuando vuelva? Hasta la fecha ha luchado contra lesiones, falta de continuidad, irregularidad física y táctica, presiones de club, problemas personales…y siempre lo ha hecho con su habitual forma de ser. Sin gritar pero sin callarse. La humildad y el carácter silencioso de Van der Vaart le han ayudado a llegar donde está. ¿Ha tenido fortuna? Es posible que él piense que sí porque tiene la oportunidad de demostrar su valía; y, hasta ahora, ha demostrado aprovechar las oportunidades que la vida y el destino le han ido dando. El holandés es una persona con una gran determinación y de fácil trato; dialoga dentro y fuera del campo, aceptando las condiciones siempre y cuando le dejen mostrar su genio en el terreno de juego.
Y ahora le viene el reto más difícil de su carrera. Puede que su próxima barrera no entienda de rivales ni de problemas físicos. Quizá la valla a saltar esta temporada sea su propio equipo. Su comodidad frente a un mejor rendimiento grupal. Su adaptación salvando su talento. ¿Lo logrará? La respuesta la disfrutaremos en White Hart Lane. Desde aquí, suerte a Rafa.
martes, 23 de agosto de 2011
La teoría del árbol
lunes, 11 de julio de 2011
España, no te reconozco
sábado, 9 de abril de 2011
Una mujer llamada Madrid
domingo, 27 de marzo de 2011
Moderno
Aquella imposible de descender y en la que el líder de la carrera tiene el mayor problema de todos; hay muchos caminos entre los que elegir pero si se equivoca, quedará atrás definitivamente a juicio del resto de participantes, que ya se encargarán de defenestrarle mediante el arma de destrucción más antigua del mundo, el cotilleo con la vecina del quinto, también moderna. Así que antes de empezar a escalar, toca remangarse los bajos de los pantalones y metérselos por dentro de los calcetines como buen naker.