Leighton fue un niño cortado. Le encantaba el fútbol, era su
válvula de escape para esa burbuja que todo chico se crea; sin embargo, su
timidez le provocaba problemas para pedir jugar en el recreo y llegó incluso a
retardar su entrada en el equipo del colegio. Aún así, acabó cogiendo ese tren.
Y es que a Leighton le gusta viajar y, sobre todo, mirar, observar desde su
peculiar idea de este deporte. Para él, el fútbol no lo es todo.
Y ahora, Leighton se considera un tipo afortunado. Con su mirada
desprendiendo desconfianza, sus pensamientos resultan más afables. Sabe que ha
tenido suerte y por eso expresa
continuamente su agradecimiento a Sid Benson, el ojeador que le llevó al
Wigan, y al propio club y afición latic.
Leighton sabe que ahí comenzó el viaje y que los cinco años que pasó en la
ciudad norteña le ayudaron a ponerle perspectiva a todo lo que vive hoy en día.
Nació en Liverpool y se siente scouser como pocos. Se toma a risa los problemas de filosofía
deportiva que provocó en su hogar al fichar por el Everton. La familia entera
de Leighton era aficionada del Liverpool y continúa siéndolo…excepto su padre. John Baines, albañil
de profesión, decidió enfundarse la bufanda del Everton en cada partido que
juega su hijo. El resto no muestra compasión alguna por el futbolista de la
familia. Leighton afirma que “cuando eres
de Liverpool, eres de un equipo o de otro. No de ambos. Eliges un equipo y
continúas con él hasta el final. Eso es así”.
Como si su melena estacional le
hubiera, paradójicamente, abierto los ojos, Leighton tiene como principal hobby
la música. Bob Dylan, The Beatles,
Pink Floyd o Paul Weller resuenan continuamente en su cabeza y en el blog
oficial del Everton en el que escribe. Su mujer confiesa que subir en el coche
de Leighton es como viajar en el tiempo. Y es que es de conocimiento público su
apariencia de Doctor Who, como si nos mostrara que viene de otro lugar donde
las prioridades son otras. Un sitio donde el fútbol es sólo un medio de
disfrute y nunca el fin.
Como decíamos al principio,
Leighton sabe que no todo es fútbol. Y aunque, en ocasiones, se le ha tachado
de poco ambicioso, su mirada aviesa reconoce un horizonte lejano, marcado por
cierto carácter juguetón. Munich, Manchester…sea como fuere, Leighton lo
afrontará con la naturalidad que le
caracteriza, como cuando reconoce que se encerraba en el cuarto de su hermana a
escuchar a las Spice Girls. ”Nunca sabes
cómo de cerca está el punto en que debes bajarte del tren. En realidad, nadie
lo sabe”.