Hay una visión de la vida sobre la que me he pasado reflexionando buena parte de ella. Algo así como la teoría del árbol, la llamo yo. En lo que no gasté demasiado tiempo es en ponerle un nombre, resulta una explicación bastante gráfica al conocer el fundamento de esta absurdez.Pienso en ello estos días como consecuencia de los ciento treinta y seis minutos que empleé hace unas tardes viendo Mr. Nobody. Y digo “empleé” porque realmente es una película que te propone un intercambio de ideas, colores, imágenes e historias, en mi opinión, bastante agradecido. Es complicado imaginarse este largometraje sin la aportación personal de cada uno de los espectadores del cine. ¿Sobre qué trata Mr. Nobody? No es fácil definirlo, pero podría decirse que es una historia de historias. Un mundo de posibilidades descubiertas gracias a la paradójica magia de la ciencia ficción.
Seguro que alguna vez has pensado en lo que habría ocurrido si hubieras cambiado de signo una de las grandes decisiones que has tomado en tu vida. O una decisión no tan importante en su momento, pero totalmente condicionante con lo que ahora sabes. Yo suelo imaginármelo con un momento recurrente y no demasiado original, una (a)típica elección de carrera y de rumbo profesional. Recuerdo aquella semana de verano del 99. Una de las peores de mi vida; me encontraba corroído por las dudas tras un examen de selectividad y un bachillerato cuanto menos irregular. No era demasiado normal doblar mis notas en asignaturas de letras respecto a las de ciencias cuando yo deambulaba por el itinerario de éstas. En cuanto supe mi nota final, hice una gira de visitas a facultades, universidades y centros de orientación para tener más claro que iba a hacer con mi vida. Muchas posibilidades pasaron por mi cabeza, todas ellas descartadas de un modo gradual, a saber…biología, forestales, psicología, geografía, periodismo (en universidad privada, hubo conversaciones al respecto)…hasta que llegó el día.
Un caluroso lunes, Felipe y yo nos presentamos en la cola de admisión de la Carlos III para entregar nuestro papel-sábana en el que habíamos escrito nuestras elecciones definitivas. Hasta diez carreras con sus respectivas facultades. Casi dos horas de espera para llegar a la oficina y de repente…me detuve en la entrada. Cuan película americana de los noventa, miré con cámara superlenta mi sábana de papeles y me di la vuelta. Me faltó sonreír, una slow motion profesional y el Bittersweet Symphony de fondo para optar al Emmy. Felipe me preguntó qué hacía y le dije que no estaba seguro de lo que ponía en mi solicitud. Esbozó una media sonrisa de desaprobación y entró en la secretaría. Yo no.
Llegué a mi casa y rompí la sábana. A tomar por culo la ingeniería técnica informática de sistemas como primera opción y la farmacia como segunda. Dos días después, decidí ascender del bronce al oro a la nueva opción de Ciencias Ambientales en una universidad nueva. Nota de corte desconocida, campus inédito. Quizás tenía tanto miedo a elegir mal entre lo que había visto que preferí escoger la alternativa anónima de palabras e imágenes. Era una probabilidad baja, ya que mi nota de corte era bastante inferior a la de esa misma carrera en otras universidades. Sin embargo me cogieron. Con tan sólo dos centésimas de margen, pero me cogieron.
Es un tanto pretencioso intentar imaginar cómo sería mi vida actual si no me hubiera dado la vuelta en la entrada de la secretaría de la Carlos III. Ciertamente a veces me resulta inevitable, aunque es más un juego que otra cosa. Pero prueba a hacerlo con cualquier otro insignificante fragmento de tu vida:
...una mañana en la que sales de casa pero te das la vuelta por haberte dejado las llaves. Vuelves a salir y te cruzas con un antiguo amigo que, a la larga, te ofrece jugar al tenis el próximo fin de semana; el sábado subes al autobús, coges con retazo perezoso el periódico gratuito del día anterior (al conductor se le ha pasado limpiar el asiento) y observas una sorprendente oferta de becas en tu campo laboral, donde te aceptarán y te servirán de trampolín para acabar en una importante empresa...
...un domingo en el que no te apetece salir haces zapping en casa; de entre las decenas de canales que inundan tu televisión, de repente coincide la pulsación de tu dedo en el mando con la del trabajador de un canal minoritario que decide emitir, justo en ese momento, el tráiler de una peli que te llama mucho la atención. Llamas a un amigo para ir a verla esa misma tarde y él, de forma espontánea, se trae a un colega suyo que tú no conoces. Resultáis muy afines y estáis solteros, así que comenzáis a salir como bros de ligue con buenas intenciones en cuanto a juego pero apenas plasmadas en resultados. Como sois inconformistas con las sensaciones y buscáis algo que os llene más que una adolescente coctelera del Crash, tu nuevo colega nocturno decide presentarte a una amiga suya con la que piensa que congeniarás. Zas. Novia al canto. Gracias al trabajador anónimo de Localia...
La teoría del árbol.
Todo se inicia en un tronco. Ancho, lleno de sabiduría y posibilidades. En cierto momento de tu vida, empiezas a tomar decisiones; cada una de ellas es una rama que, día a día y opción a opción, se va dividiendo a su vez en pequeñas ramitas. Puedes pensar que la jodienda mayor es que sólo se ve un camino iluminado entre los cientos de líneas irregulares que uno vislumbra en la silueta del vegetal. Es tu trayectoria, el camino que has seguido. Influido por tus decisiones y también por factores ambientales, familiares y coyunturales, probablemente comunes a cualquiera de las ramas del árbol.
¿Vale la pena rebuscar en la variedad de caminos que no has elegido? Probablemente no. No los conoces ni en su fondo ni en su forma; es de listillos pensar que puedes girar la cabeza y suponer qué hay al otro lado de la alambrada. Yo creo que no tienes ni idea. Y así es mejor. Dice una regla antropológica algo así como
´…you must immerse yourself in an unfamiliar world in order to truly understand your own…`
Si encontraras un pequeño agujero por el que asomarte al resto de ramas del árbol, seguro que echarías un largo vistazo. Ejercer la curiosidad es humano, pero perderla te condiciona. Quizá tus posibilidades recien conocidas te darían más información. Pero no te harían más sabio. A lo mejor te resultaría confuso saber realmente quién eres y qué quieres. Y no te engañes, ESO es lo que buscas, la información básica que quieres y debes poseer. Y si has seguido una rama determinada, será por algo. Así que levanta tu cabeza con orgullo y mira hacia delante. Deja de buscar agujeros, todos los caminos son correctos y tú ya tienes el tuyo.
La teoría del árbol.
PD: El episodio 22 de la 4ª temporada de Cómo conocí a vuestra madre ilustra este conjunto de ideas (que yo embarullo con palabras) de forma más gráfica y desenfadada, lo recomiendo completamente.