domingo, 27 de marzo de 2011

Moderno

Seguramente una ruta en quad por el litoral marroquí nos haga vibrar y tragar arena como nunca hayamos hecho. Estoy convencido de que no nos arrepentiremos si vemos una película húngaro-paquistaní de tres horas de duración en la que no sucede nada que vayamos a recordar el día siguiente. Y habrá pocas y nuevas sensaciones más peculiares que inhalar oxígeno con aroma a lima y lavanda en un bar del barrio de Pahurat en Bangkok. Quizás al probar la tempura de salicomia al azafrán con emulsión de ostra, que se expone en el Bulli, atravesemos la estratosfera gastronómica sintiéndonos como auténticos cibergourmets a poco más de trescientos euros. Y si además salimos de nuestro loft cogidos de la mano de nuestra pareja (o no…de apariencia andrógena, con el peinado de Rihanna y luciendo brillos, joyas y maquillajes gracias al síndrome de árbol de Navidad) estaremos cerca de comenzar a escalar la montaña de la moda, la cordillera del snobismo.

Aquella imposible de descender y en la que el líder de la carrera tiene el mayor problema de todos; hay muchos caminos entre los que elegir pero si se equivoca, quedará atrás definitivamente a juicio del resto de participantes, que ya se encargarán de defenestrarle mediante el arma de destrucción más antigua del mundo, el cotilleo con la vecina del quinto, también moderna. Así que antes de empezar a escalar, toca remangarse los bajos de los pantalones y metérselos por dentro de los calcetines como buen naker.

No considero ni me gustaría que se considerara nada de lo aquí escrito como un ataque virulento a cualquiera de los ejemplos de actividades o actitudes nombradas, basándome en el principio de la autocrítica. Y es que, ciertamente, escribir sobre snobs en un blog es una de las actividades más snobs que se me ocurren. Pero sí que quiero recalcar lo molesto que me siento a veces por el desprecio de estos nuevos y eternos visionarios hacia las costumbres que el ser humano ha adquirido durante la época contemporánea, como ciudadano, trabajador y amante del tiempo libre.

Creo que no es tan difícil diferenciar evolución de indiferencia y también tengo la certeza de que se puede progresar echando la vista hacia atrás de vez en cuando, aunque sea mínimamente. Es más, las bases de cualquier ruta o escalada son más fiables si se fundamentan sobre unos apoyos sólidos. Y en una sociedad que nos hace ver todo como una carrera hacia algún lugar desconocido, toda ventaja es poca para llegar el primero y cuanto antes a la meta. Aunque lamentablemente sea a costa de no disfrutar el camino.

En esta maratón de elitismo, destacan sobremanera aquellos que corren tanto que acaban por evitar el roce con el asfalto y dan la vuelta al sentido en el que marchan, convirtiendo por ejemplo un disco de Marisol en el paradigma de la modernidad. Puedes considerarlos los más inteligentes o los más trastornados, pioneros o perdidos....

Y es que en la vida hay tiempo para todo y deberíamos pensar en ello. Tiempo como para disfrutar de un pincho de tortilla en la terraza más frecuentada por pantalones pitillo en Ibiza. No hay problema. El mundo ha llegado a esta nueva era de intercomunicación e información global sin el iPhone y, a partir de ahora, lo hará más rápido y práctico. Puedes decorar tu casa con la vieja lámpara de tu habitación que tu madre te ha regalado y ordenar los muebles según el Feng Shui. El tirar exclusivamente de los nuevos y modernos recursos no garantiza la autorrealización, que tan saciada se encontraba cuando merendábamos un bocadillo de Nocilla (que no un sandwich de Nutella) con nuestro amigo de la infancia mientras veíamos Jungla de Cristal, aquella cacicada tan desfasada de Bruce Willis. A mí jugar un partido de baloncesto me parece más divertido que hacer una sesión de Pilates, pero al parecer éste es un ejercicio notable...propongo un empate técnico de carácter conciliador.

Y habrá gente satisfecha con su evolución respecto al cuadro de costumbres que nos intenta imponer un pequeño y decidido sector de esta sociedad. Pero los más complacidos son, sin duda, los psicólogos y psiquiatras, cuyas cuentas corrientes aumentan gracias a los grandes depredadores de oficina; aquellos buscadores de sushi a la hora de comer y de abdominales en las dos horas libres que les deja su trabajo cada jornada. Efectivamente, ahora es mucho más rentable ser psicólogo que hace veinte años y estos son datos contrastados, no lo digo yo...en un planeta cada vez más orientado al bienestar, cada vez hay más enfermos mentales incapaces de encontrarse bien en su entorno más cercano.

Recomiendo tranquilidad y salud mental, la más importante que conozco. Los gustos personales son precisamente eso, personales y difícilmente transferibles. Son más un instinto que una racionalidad. Y si lo convertimos en eso, corremos el riesgo de engañarnos a nosotros mismos y llegar a olvidar quiénes somos realmente.

Tras estos intentos de objetividad, me reconozco defensor de las vivencias pasadas de los jóvenes entre veinte y cuarenta años de hoy en día. En resumidas cuentas, me río y respeto a Peter Griffin pero sigo siendo el que se parte la caja con Homer Simpson; porque soy consciente de que Padre de Familia no existiría si Los Simpson no hubieran derribado la puerta dos décadas antes. Por cierto, comenzaron en el año 89, cuando cayó el muro de Berlin. En el siglo XX. Ése que, como afirmó Andrés Calamaro hace unos años, acabó con la muerte de Michael Jackson.

jueves, 17 de marzo de 2011

Jon Santacana

Lanzo varias preguntas de martes por la mañana al aire....

1. ¿es el hombre tan malo como lo pintan otros hombres?

2. ¿somos unos destructores que se aprovechan de su raciocinio para vivir de la forma más egoísta posible con el entorno que les rodea?

3. ¿si la cabra montesa tuviera nuestra cabeza, nos discutiría el liderazgo del planeta?

4. en un rosco final de Pasapalabra entre un chimpancé pigmeo y Belen Esteban...¿por cuántas palabras ganaría el chimpancé?

Digo esto porque anoche pensaba sobre ello, en uno de mis frecuentes estados insomnes. Estaba yo haciendo zapping en mi tele y llegué a teledeporte. Y allí había una competición de esquí, en la que estaban estos señores, a los que aquí vemos entrenando:




No había visto nunca esquiar por parejas. Cuando llegaron a la meta, me di cuenta de dos cosas. Una, eran españoles. Dos, el que compite es el de detrás. Es ciego. El de delante es su guía.

Se llama Jon Santacana y hace un año ganó la medalla de plata en eslalon en los juegos paralímpicos de Vancouver. Apenas ve nada; percibe sensaciones. Sabe si lo que tiene delante es un monte nevado o un bosque...pero poco más. Cuando Jon fue preguntado por su entrentamiento con su guía, respondió esto:

"...El me marca por donde debemos ir, y yo realmente lo único que hago es seguirle. Esto que parece tan fácil no lo es, porque mantener una distancia permanente cuando vamos a 80 o 100 km./H. no es nada fácil, como te puedes imaginar… Hace falta muchísimas horas de entrenamiento para lograr la sincronización que tenemos. El uno tiene que conocer perfectamente la técnica y las posibilidades del otro, sabemos como podemos reaccionar ante un imprevisto y como superarlo. Es sencillo, pero detrás hay mucho trabajo..."

Participaron esquiadores de tres categorías visuales, B1, B2 y B3, en función de su deficiencia. Jon es B2 y anoche vi algunos B1, completamente ciegos. Me entraron escalofríos de ver cómo descendían. Hay que decir que para igualar las condiciones de todos los participantes, a los que no son totalmente invidentes, se les colocan unas gafas especiales para que no vean nada de nada.

Estas cosas me hacen pensar en la capacidad que tenemos (todos) para afrontar retos. ¿De dónde sacan las personas como ellos la fuerza necesaria, de todo tipo, para hacer esto? Puede ser mentalidad, ilusión, trabajo...pero yo creo que la palabra exacta es fé. Esa fé puede tener su reflejo en muchas personas y/o cualidades. Pero ellos tienen algo que tiene muy poca gente, entendido en el buen sentido. Fé en uno mismo y un enorme instinto de supervivencia.

Les ponen una valla tres veces más alta que la nuestra y la saltan con una pierna menos. Eso no es sólo trabajo, es fé. Es imposible saltarla si no estás convencido de que lo harás. Y mientras existan seres humanos capaces de hacer esas cosas, yo me declaro creyente de la Humanidad. De la Humanidad que dedica sus esfuerzos a su superación personal. Más que nunca, la fé mueve montañas, ese es el slogan.

Poco nos diferencia de determinadas especies animales. Siempre he pensado que, en el fondo, disfrutamos de las mismas cosas que ellos durante nuestra vida. Pero si algo nos acerca es el instinto de supervivencia. El miedo a lo desconocido, la capacidad de integración en un entorno hostil...somos animales.

Y ese instinto es el que acerca a estos esquiadores paralímpicos a ser acreedores de una nobleza que suele adjudicarse de forma inmediata al género animal. Y creo que no debería ser una oposición exclusiva. Para mí, Jon Santacana tiene la misma nobleza o más que el perro de mi vecina Pepa. Y además no se caga en la acera como hace el jodío chucho.

Recuerdo un capítulo de Los Simpson en el que los delfines invadían la civilización humana. Alegaban que, en el principio de los tiempos, eran animales terrestres y los hombres les habían mandado al mar, donde llevaban miles de años pasando frío...

¿Cuál es la conclusión de toda esta parrafada? Pues seguramente ninguna. Pero yo creo que, seguramente, habría muchos delfines que no tendrían especial interés en enemistarse con los humanos. Y quizá también haya delfines gilipollas. Un delfin Esperanza Aguirre u otro delfin Karmele Marchante. Si en la humanidad hay gilipollas a patadas, en la Naturaleza también debería haberlos. Al fin y al cabo, todos somos animales.