lunes, 3 de diciembre de 2012

Imagine: Goles como sonrisas





Imagina que todos los árboles florecen en octubre. Y que nunca pararán de soltar hojas, siempre de color amarillo. Imagina un disco interminable y emocionalmente inteligente, nunca cautivo de los estados de ánimo ni del equipo de sonido disponible. ¿Y si todos los reencuentros fueran dulces, sin recuerdos de marchas amargas?, ¿y si todos los días tuvieran esos instantes por los que merece la pena aguantar semanas, meses o años? ¿Y si los oasis coparán el desierto? 

Imagina un fútbol cuya gloria se decide cualquier día de cualquier mes. ¿Y unos títulos trasladados a un gris miércoles de finales de octubre? No parece serio, claro. Tampoco lo sería un equipo llamado Reading, un estadio de nombre Majedski y un árbitro de apellido Friend. Pero en nuestra imaginación los clubes de fútbol pueden ser reductos ejemplares del conocimiento y del respeto; como los libros, del silencio más edificante. Serían equipos que tratarían a los árbitros como amigos reales que simplemente quieren mejorar su conducta, como padres con la vara del poder moralista y el altavoz contra las quejas siempre preparado. Y toda esta clase magistral se impartiría en un estadio que podría pertenecer a un magnate inglés relacionado con la industria del automóvil…o bien a un millonario ruso que utiliza el fútbol como ajedrez desengrasante del lujo tóxico que rodea su rutina. Seguimos imaginando, ¿no? Toda esta caterva de nombres parece más propia de un juego sin los derechos de copyright de los verdaderos protagonistas. ¿O es que Damián Martínez podría ser un portero creíble para el Arsenal? 

Imagina que los goles fueran gratis, como las sonrisas. Algunas más bonitas que otras, pero siempre bienintencionadas. Que hubiera más o menos goles durante un partido dependería de los aciertos y errores humanos, del talento, de la ingenuidad de los futbolistas, o simplemente de la inestabilidad de un defensa sobre un verde recién regado. Algunos renegarían de un fútbol sin pizarra como de un vehículo sin sistema de navegación. Otros preferimos pensar en un deporte tan grande y poderoso que no necesita que nadie le diga dónde ir, ni mucho menos cómo llegar. Imaginemos un juego tan auténtico como espontáneo, basado en decisiones personales, sin adulterar por millonarios ególatras de laboratorio cuyo afán por buscar enemigos es solo comparable a sus posibilidades de encontrarlos. ¿Y si Chamakh fuera el Marouane más conocido del fútbol mundial?, ¿podría llegar a estar entre los diez mejores delanteros del planeta? Se sentiría tan confiado en sí mismo que cerraría eliminatorias a base de sangre fría al ejecutar vaselinas. Imagina también que Walcott es aquello que, a veces, parece ser. En otro mundo, la constancia de Theo rescataría al geniecillo del lodo de la irregularidad. Metería los goles de par en par y regalaría múltiples asistencias. Sería el Messi de este lado del Atlántico. 



Imaginemos un fútbol con cinco goles en la primera parte y tres en la segunda. Un juego donde, independientemente de la competición, no existieran los empates y siempre se disputaran prórrogas. Los espectadores asistirían a un deporte inquieto, incauto e hiperventilado, donde Laurent Koscielny tendría la misma facilidad para meter gol en su portería que en la contraria. Una auténtica utopía en la que Giroud sería el mejor cabeceador del mundo y Leigertwood jugaría como titular en la selección inglesa. No menos enrevesado es pensar en un fútbol con el termómetro invertido; aquel en el que los músculos mediterráneos de Cazorla y Arteta se congelan en la grada mientras que los hijos del frío Norte, Arshavin y Pogrebnyak, muestran su sangre caliente en forma de fútbol intenso.

Imagina una competición llamada Capital One Cup en la que el fútbol es como siempre quisimos que fuera. Como un océano inundado de goles. Como un escenario con olor a tierra húmeda dentro de un circo sin carpa, con sonrisas y exclamaciones como fotografía y banda sonora. Es 30 de octubre. Comienza el otoño y las hojas se caen de los árboles. Imagina un miércoles con doce goles.

Artículo extraído del nº4 de Lineker Magazine, pág.68:
http://es.calameo.com/books/00170973675da5ef28b6b


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